Siempre hablamos de lo bueno del buceo y es que, es así. Pero hemos de tener en cuenta las heridas de buceo. Todo lo que tiene el buceo, todo lo que podemos llegar a conocer, explorar, experimentar y todo aquello que nos aporta el submarinismo, son aspectos positivos pero como en toda actividad, en ocasiones pueden ocurrir cosas que jamás desearíamos. ¿Peligros insalvables? ¿muerte? ¿cosas muy feas? no… no estoy hablando de nada de eso. El buceo es una actividad magnífica, segura, de diversión y sobre todo de descubrimiento y de experiencias.
La formación y la experiencia lo son todo en el buceo. Con estas dos claves, más el sentido común y la mente previsora que todo buceador debe tener, sencillamente, no encontrarás otra actividad mejor que el buceo. Seguro al cien por cien (qué va a decir un flipado del buceo, claro…)
Heridas y cicatrices de guerra en el buceo recreativo
Como hemos mencionado en numerosas ocasiones, la formación de buceador es clave y de hecho en nuestras formaciones aprendemos, desde el primer curso, cuáles son los riesgos del buceo, qué síntomas y qué enfermedades o problemas nos pueden generar determinadas conductas inapropiadas en nuestras inmersiones. Una vez que estamos formados y las conocemos, sabemos muy bien que son sólo eso, conductas inapropiadas.
Narcosis, enfermedad descompresiva, sobrexpansión pulmonar y cualquier tipo de barotrauma. Conocemos muy bien qué son estas cositas, hemos aprendido que el agua no es nuestro medio natural y ello tiene una serie de consecuencias que, simple y llanamente, podemos manejar.
Es decir, está claro que no estamos diseñados para vivir en el agua, no tenemos branquias, respiramos aire y ello tiene una serie importante de implicaciones cuando lo mezclamos con el término «presión», pero también somos conocedores de que manejando una serie de variables, que ya conocerás si eres buceador, podemos afirmar que aunque no nos creasen para vivir en el agua si que nos «diseñaron» para poder bucear, por lo que estamos muy, muy agradecidos. Ya sabes que en este sitio web puedes informarte y formarte bien acerca de todo ello. Pero vamos a lo que nos atañe ahora:
Resulta que en la formación vemos aquellas implicaciones que pueden derivar en temas de diversa gravedad. Son cosas serias y que realmente dependen del buceo como tal, ya que se derivan del medio hiperbárico en el que desarrollamos nuestra actividad preferida. Es por ello que también necesitamos de la experiencia. Hay una serie de conocimientos, trucos y sobre todo, pensamientos preventivos que sólo nos aportará la experiencia. La clave es que aquí podemos aprender mucho de la experiencia de otros sin tener que pasar por lo mismo.
Otoño del 2017, todo pintaba genial ya que nos esperaban dos semanitas de curso y buenos buceos en el Hierro, en nuestras queridas Islas Canarias. Primer día de buceo, madrugón perfecto, de estos que desayunas con muchas ganas e ilusión pero todavía es de noche. Es tu primer día de buceo y la alegría, la ilusión y esas ganas, o quizás «exceso» de adrenalina te hace ir como una moto, como con prisa (ya lo sé, estamos de vacaciones de buceo, estamos en las Islas de la eterna primavera pero da igual). Es nuestro primer día de buceo y hemos de estar los primeros ahí – Así somos los buzos, qué se le va a hacer -. Tanto madrugamos que el centro de buceo estaba cerrado todavía, no hay problema. Vamos a tomar un cafecito junto a los marineros en el bar más cercano.
Si la combinación de alegría, ilusión y adrenalina nos parecía poco… vamos a enchufarnos un poco de cafeína ¡qué cojones! Salimos del bar porque parece que el centro de buceo ya estaba abierto, Laura tropieza con la rampita que había al salir, se tuerce el tobillo, realiza su primer buceo pero en el segundo… se tiene que ir para casa: estábamos convencidos de que era una simple torcedura, no había dolor ni hinchazón de modo que decidió realizar el primer buceo. Pero no, resultó ser un esguince de tobillo. Señores, la cosa pintaba mal. Laura se va para casa con toda la frustración del mundo ya que llevábamos esperando dos años para estar ahí, en ese momento, buceando. Bueno, yo sigo buceando ese día, al siguiente y durante dos días más. ¿Por qué solo durante dos días más? mirad lo que me ocurrió.
Haz clic aquí si quieres ver la evolución de mi herida aunque las imágenes no son agradables.
Yo llevaba un rasguño que me había hecho hacía ya diez días en mi ciudad, un arañazo en la espinilla ya curado, con su costrita, sin dolor, sin escozor de ningún tipo, sin picor. Una herida que se le caería la costra en breves y poco más. Típico rasguño al que nadie le da importancia (yo al menos no se la daba aunque ahora sí). Bien, el segundo día de buceo la costra se estaba marchando, la humedad, el agua del mar, la sal, el yodo… todo eran elementos perfectos para que esa costra desapareciera y seguir tan felizmente como tantas otras veces. Os aseguro que pocas personas han ido por la vida con más rasguños que yo.
Mi último día de buceo fue increíble. Una inmersión preciosa en «El Bajón» (más de uno la conoceréis) y otra en «Punta Restinga». Pero al llegar al centro, quitarme el traje y mirar para abajo… me encuentro con la herida abierta (mucho más abierta que el rasguño que me hice en su día) y negrita por los bordes. No le dí demasiada importancia, pensando que eran restos del neopreno o podría ser de la Povidona que todavía me echaba para secar bien la costra.
¿Sorpresa?
Esa misma tarde me puse con 38 de fiebre, había cogido algo de frío en la segunda inmersión. Pensé que me habría resfriado un poco. Laura con su esguince ya se había preocupado más de la cuenta por mi herida, ella me comentó que a la mañana siguiente iríamos al médico del Pinar porque los bordes de mi herida no le gustaban nada. Laura es enfermera de profesión, la mejor enfermera del mundo y además es mi mujer, con lo que no tenía escapatoria alguna y fuimos al médico en ese mismo momento. La verdad que ese día me curaron la herida como una herida normal, paracetamol para la fiebre y no mucho más. Bueno, todo parecía ir como yo pensaba…
Esa misma noche vino la sorpresa. A las 5 de la mañana me despierto con un dolor indescriptible en toda mi pierna derecha, 40 de fiebre y miro para abajo… llevaba el gemelo y toda la espinilla del doble de su tamaño, rojo, caliente a más no poder y me era imposible bajar esa pierna al suelo del tremendo dolor (tuve que orinar en una botella porque no era capaz de ponerme de pié). Laura me dio algo para la fiebre, me lavó la herida, me curó y me puso hielo. Gracias al hielo pude moverme de muy mala forma y poner rumbo al médico. Algo no andaba bien, tenía una infección enorme.
Entre Laura y el enfermero del Pinar me estuvieron curando esa herida durante dos días, tres veces al día hasta que se dieron cuenta que alguna bacteria asquerosa me estaba «tunelizando la herida». A mí me daba igual, se me iría la fiebre en poco tiempo, me tapaban esa herida y yo seguiría buceando tres o cuatro días después. Porque sí, porque tengo los huevos como el caballo del Cid.
Lamentablemente no fue así. Estuve tres días con fiebres muy altas, yendo todos los días al médico del Pinar, con dos antibióticos muy potentes durante más de un mes, con radiografías y visitando el hospital de mi ciudad y a mi médico de cabecera durante casi medio año. No buceé más pero nos conocemos el Hierro como la palma de la mano, conocimos al mejor enfermero especialista en heridas de España, aprendí que Laura es la mejor enfermera del mundo y sobre todo aprendí que el agua del mar no cura, es un mito. Aprendí que no es bueno bucear con heridas, por simples que sean y aprendí también que un puto bicho microscópico se te puede llevar de este maravilloso mundo y en cambio un tiburón se deja echar fotos.
También aprendí que en el Hierro existe esa bacteria, en el mar de las Calmas, a la que los marineros y pescadores llaman «el bicho de la Restinga», los médicos y enfermeros llaman «Stafilococo Aureus» y las gentes que la conocen le llaman «Bacteria Come-carne».
Aquí podrás saber más acerca del Bicho de la Restinga.
Lo mismo que me pasó a mí buceando le podría haber pasado a cualquier otro nadando en la playa o a cualquier niño en la orilla si es que esa bacteria estaba también ahí, en ese momento. Lo que quiero decir, es que tanto el esguince de mi señora como el poder haberme quedado amputado a la altura de la rodilla, no son cosas que deriven directamente del buceo, pero son experiencias que no quiero que te pasen.
Por ello la prevención, el relax, ese café de más cuando ya se está «exaltado», el estar tan centrada en ese primer día de buceo, esa rampa en el bar… dejaron a Laura sin bucear con su esguince. Y yo… quizás esperando tres o cuatro días sin bañarme y sin bucear, por supuesto, hubiese curado bien esa costra y no me hubiera entrado tal bichejo cabrón.
Son cosas de la vida, son cosas del buceo. Son cosas del buceo, cuando el buceo es tu vida.
¿Miedo al buceo? Noooooo. A los seis meses estaba buceando. De hecho fue lo primero que hice.
¿Miedo al Hierro? Tampoco. Este tipo de bacterias están o pueden estar en todas partes. Casualidad, me tocó a mí. Nada más. Pienso volver al Hierro, más de una vez y más de dos, además. De hecho, este tipo de bacteria en numerosas ocasiones se puede pillar en los propios hospitales.
¿Miedo a las heridas? Para nada. Son aspectos normales y naturales de nuestras vidas.
¿Miedo a las bacterias? Pues… miedo no, pero sí mucho respeto. Desde entonces cualquier mínimo rasguño lo lavo con agua y jabón, lo desinfecto con povidona y lo llevo tapado los primeros días hasta que la costra está bien formada. Después sigo curándolo hasta que la costra se cae y mi piel cicatriza. Desde entonces tengo bien presente que no, el agua del mar no cura.
La humedad, el agua del mar, la temperatura correcta, el neopreno… todo puede tener la conjugación perfecta para albergar bacterias y… si te toca «la mala» como me tocó a mí, te lo va a hacer pasar mal, te va a machacar las vacaciones y lo peor de todo, te puede hacer temer por una de tus extremidades.
Alguien lo dijo, para aprender… perder.