En el post anterior comenté la historia que me ocurrió buceando en el mar de las Calmas hace unos años. Todo por la mala suerte y lo más importante, por la imprudencia de no darle a una simple herida la importancia que debe tener. Ahora podrás ver cómo fue evolucionando la herida y también haré un breve comentario acerca del llamado «Bicho de la Restinga»
Ver la historia de una herida en el buceo.
La evolución de la herida
Como ya comenté en la entrada anterior, cualquier pequeño rasguño puede ser susceptible de ser penetrado por cualquier tipo de patógeno y generar una infección. Tras mi historia, como podéis imaginar me dediqué a investigar un poco acerca del tema y claro, te das cuenta de que no eres el único. De hecho, me acabé dando cuenta de que el infortunio de machacarme las vacaciones, los buceos y lo mal que lo pasé los primeros días, debían hacerme sentir muy afortunado.
Años atrás a un bañista en el Caribe Mexicano le ocurrió algo similar. Le entró una de estas bacterias en un pequeño corte que se había realizado en la mano. Mismo proceso, misma historia y similar secuencia a lo que me ocurrió a mí. Pero esta vez con un final más trágico ya que su protagonista terminó perdiendo la mano.
Era un chico español pasando su luna de miel en el Caribe, le ocurrió lo mismo pero a tan sólo dos días de volverse a España. El tipo pensó que para dos días y tal… prefería que se lo mirasen ya en España. Tardaron cuatro días en que un experto observara, diagnosticara, cuidara y recetara. La infección terminó alojándose en el hueso y tras un mes ingresado con antibióticos muy potentes, no pudieron hacer nada; le tuvieron que amputar por debajo del codo.
Yo terminé mis vacaciones en la isla del Hierro realizando preciosos senderos, visitando todos y cada uno de sus pueblos y echando fotos a las preciosas piscinas naturales que tiene (sin poderme bañar) y me dio tiempo para hablar con mucha gente de la isla, pescadores, marineros, los médicos y enfermeros que me atendían.
Recuerdo que un pescador ya retirado, un señor mayor encantador y muy hablador me habló de que hacía tiempo que no conocía a nadie al que le hubiera «picado el bicho de la Restinga» pero que sí conocía a tres personas a los que, pescando, con la mordedura de algún pescado o algún accidente con los anzuelos les había entrado esta bacteria. El señor me decía «tranquilo muchacho, eso ya está pasado. Te quedará un agujero como una canica». No me dejó muy tranquilo, pero el señor era majísimo y encantador. Se quedó un largo tiempo con nosotros hablando sobre «sus tiempos» cuando todos eran pescadores, contándonos historias del mar de las Calmas.
Uno de los enfermeros también me dijo que hacía tiempo que no tenían un caso similar al mío. Pero que sí, la presencia de este Stafilococo Aureus cada cierto tiempo les brinda algún caso parecido. En cuanto me vió que la herida había «tunelizado» sabía que se trataba de esta infección. Siempre bromeaba con que terminarían cortándome la pierna por lo sano.
Sé que estaba seguro de que eso me iba a curar, de lo contrario no hubiera bromeado con algo así ya que he de decir que me topé con uno de los mejores especialistas en heridas de toda España, un profesional como la copa de un pino y una persona con un corazón enorme y un humor gigante, con el que todavía me escribo.
Aquí os dejo un buen resumen de las fotos que me echaban tras las curas que todos los días me realizaban. No las dejo por morbo, por asustar a nadie ni por tener gente comentando, ni nada por el estilo. Las pongo para que todo el mundo sea consciente de que no es ninguna tontería, algo que se pase con una semana de antibióticos y un poco de betadine. No, la cosa fue seria y mucho más que lo podía haber sido.
No buceéis con heridas, no os deis un chapuzón en esas pozas maravillosas o en la mejor playa del mundo si lleváis un rasguño que no está bien curado, el agua del mar no cura, es un mito y de hecho te la puede liar bastante. Cualquier herida que os hagáis (por poca cosa que parezca) os la laváis bien con agua y jabón de forma inmediata, la desinfectáis con povidona y tened mucho cuidado hasta que la costra se caiga del todo y vuestra piel luzca normal.
No tengo foto de la herida con la que llegué, pero imaginaos un arañazo como el de la primera foto pero con la piel totalmente limpia, la herida totalmente seca, con su costra perfecta y a punto de cicatrizar normalmente. Esa primera foto es del segundo día, tras salir de bucear, veis la pierna amarillenta porque nada más ducharme tras los buceos, me daba betadine por toda la zona, para ayudar a que se secase la herida, ya que tras estar cuatro horas bajo un neopreno húmedo… esa costra se ablandaba. Ésto lo sé ahora, a toro pasado, pero en esa imagen ya se pueden observar que los bordes de la herida están rosáceos, lo que nos puede estar mostrando algún pequeño signo de infección. Como veis la parte de abajo de la herida ya había desprendido su costra y todo parecía normal, así que optamos por pensar que era un poquito de maceración de los bordes de la costra a causa de la humedad.
La siguiente foto fue al tercer día, ahí fué cuando me la limpiaron, sacaron el pus pero fueron buenos conmigo y no apretaron lo suficiente. Ya me dieron amoxicilina, por lo que pudiera ocurrir. Es en la tercera foto cuando mi enfermero preferido me hizo bastante pupita, apretó y apretó y les cambió la cara mientras me decían eso de «ups, ¡vaya! esto está tunelizando». Se observan perfectamente los dos orificios, pues bien… entre un orificio y otro se estaba creando un túnel. Bien, nuestra querida bacteria estaba haciendo de las suyas. La llaman bacteria come-carne y… bien llamada está. Además de la amoxicilina me recetaron ciprofloxacino a partir de este momento.
En la siguiente fotografía podemos ver que la bacteria dichosa me había dejado un hueco, como me dijo el señor pescador de la Restinga, solo que no me cabía una canica sino que me cabía todo el dedo pulgar. Lo cual me honra porque quiere decir que estoy muy bueno, o eso es lo que me dijo la doctora esta vez, para ponerle algo de humor al tema.
Las siguientes imágenes muestran el proceso paulatino de lo que vienen llamando una cicatrización natural por segunda intención. Esto es, tu cuerpo va rellenando con carne nueva todo el boquete que se ha comido la bacteria. Es un proceso muy lento en el que todos los días se realizan curas húmedas, al principio con desbridantes y luego con gel y blastoestimulina, se tapa la herida y hay que estar pendiente durante meses de que aquello no se reinfecte. Obvio, ya que tu cuerpo tiene una nueva ventana al exterior donde no debería y no es pequeña precisamente.
Clic aquí si quieres saber más sobre el Bicho de la Restinga.
A lo que muestra la herida hay que sumarle los días de baja, los meses de médicos, los casi dos meses con antibióticos que te dejan el sistema digestivo hecho un «higo», el miedo al qué pasará, la espera de los resultados de la radiografía para ver si el puto bicho ha llegado al hueso o no y los meses que convives con tu agujero, tus curas y tus ganas de que aquello se rellene, le salga costra y parezca de nuevo una herida «normal».
Tras la última foto aquello se cubrió de una costra durante más de una semana, que se hizo gigante y muy gruesa y tardó casi dos meses más en caerse. Un día al salir de la ducha… ahí estaba, junto al desagüe, casi me la quedo de compañera y de recuerdo. Me miré y mi pierna lucía piel normal (o medio normal). Alegría, nostalgia herreña, no mas curas ¿qué hago ahora?… ¡a bucear!