La evolución de la herida y el bicho de la Restinga

En el post anterior comenté la historia que me ocurrió buceando en el mar de las Calmas hace unos años. Todo por la mala suerte y lo más importante, por la imprudencia de no darle a una simple herida la importancia que debe tener. Ahora podrás ver cómo fue evolucionando la herida y también haré un breve comentario acerca del llamado «Bicho de la Restinga»

Ver la historia de una herida en el buceo.

La evolución de la herida

Como ya comenté en la entrada anterior, cualquier pequeño rasguño puede ser susceptible de ser penetrado por cualquier tipo de patógeno y generar una infección. Tras mi historia, como podéis imaginar me dediqué a investigar un poco acerca del tema y claro, te das cuenta de que no eres el único. De hecho, me acabé dando cuenta de que el infortunio de machacarme las vacaciones, los buceos y lo mal que lo pasé los primeros días, debían hacerme sentir muy afortunado.

Años atrás a un bañista en el Caribe Mexicano le ocurrió algo similar. Le entró una de estas bacterias en un pequeño corte que se había realizado en la mano. Mismo proceso, misma historia y similar secuencia a lo que me ocurrió a mí. Pero esta vez con un final más trágico ya que su protagonista terminó perdiendo la mano.

Era un chico español pasando su luna de miel en el Caribe, le ocurrió lo mismo pero a tan sólo dos días de volverse a España. El tipo pensó que para dos días y tal… prefería que se lo mirasen ya en España. Tardaron cuatro días en que un experto observara, diagnosticara, cuidara y recetara. La infección terminó alojándose en el hueso y tras un mes ingresado con antibióticos muy potentes, no pudieron hacer nada; le tuvieron que amputar por debajo del codo.

Evolución de esta herida de buceo

Yo terminé mis vacaciones en la isla del Hierro realizando preciosos senderos, visitando todos y cada uno de sus pueblos y echando fotos a las preciosas piscinas naturales que tiene (sin poderme bañar) y me dio tiempo para hablar con mucha gente de la isla, pescadores, marineros, los médicos y enfermeros que me atendían.

Recuerdo que un pescador ya retirado, un señor mayor encantador y muy hablador me habló de que hacía tiempo que no conocía a nadie al que le hubiera «picado el bicho de la Restinga» pero que sí conocía a tres personas a los que, pescando, con la mordedura de algún pescado o algún accidente con los anzuelos les había entrado esta bacteria. El señor me decía «tranquilo muchacho, eso ya está pasado. Te quedará un agujero como una canica». No me dejó muy tranquilo, pero el señor era majísimo y encantador. Se quedó un largo tiempo con nosotros hablando sobre «sus tiempos» cuando todos eran pescadores, contándonos historias del mar de las Calmas.

Uno de los enfermeros también me dijo que hacía tiempo que no tenían un caso similar al mío. Pero que sí, la presencia de este Stafilococo Aureus cada cierto tiempo les brinda algún caso parecido. En cuanto me vió que la herida había «tunelizado» sabía que se trataba de esta infección. Siempre bromeaba con que terminarían cortándome la pierna por lo sano.

Sé que estaba seguro de que eso me iba a curar, de lo contrario no hubiera bromeado con algo así ya que he de decir que me topé con uno de los mejores especialistas en heridas de toda España, un profesional como la copa de un pino y una persona con un corazón enorme y un humor gigante, con el que todavía me escribo.

Aquí os dejo un buen resumen de las fotos que me echaban tras las curas que todos los días me realizaban. No las dejo por morbo, por asustar a nadie ni por tener gente comentando, ni nada por el estilo. Las pongo para que todo el mundo sea consciente de que no es ninguna tontería, algo que se pase con una semana de antibióticos y un poco de betadine. No, la cosa fue seria y mucho más que lo podía haber sido.

Hacer el test del buen buceador

No buceéis con heridas, no os deis un chapuzón en esas pozas maravillosas o en la mejor playa del mundo si lleváis un rasguño que no está bien curado, el agua del mar no cura, es un mito y de hecho te la puede liar bastante. Cualquier herida que os hagáis (por poca cosa que parezca) os la laváis bien con agua y jabón de forma inmediata, la desinfectáis con povidona y tened mucho cuidado hasta que la costra se caiga del todo y vuestra piel luzca normal.

No tengo foto de la herida con la que llegué, pero imaginaos un arañazo como el de la primera foto pero con la piel totalmente limpia, la herida totalmente seca, con su costra perfecta y a punto de cicatrizar normalmente. Esa primera foto es del segundo día, tras salir de bucear, veis la pierna amarillenta porque nada más ducharme tras los buceos, me daba betadine por toda la zona, para ayudar a que se secase la herida, ya que tras estar cuatro horas bajo un neopreno húmedo… esa costra se ablandaba. Ésto lo sé ahora, a toro pasado, pero en esa imagen ya se pueden observar que los bordes de la herida están rosáceos, lo que nos puede estar mostrando algún pequeño signo de infección. Como veis la parte de abajo de la herida ya había desprendido su costra y todo parecía normal, así que optamos por pensar que era un poquito de maceración de los bordes de la costra a causa de la humedad.

Explicación de las enfermedades de buceo

La siguiente foto fue al tercer día, ahí fué cuando me la limpiaron, sacaron el pus pero fueron buenos conmigo y no apretaron lo suficiente. Ya me dieron amoxicilina, por lo que pudiera ocurrir. Es en la tercera foto cuando mi enfermero preferido me hizo bastante pupita, apretó y apretó y les cambió la cara mientras me decían eso de «ups, ¡vaya! esto está tunelizando». Se observan perfectamente los dos orificios, pues bien… entre un orificio y otro se estaba creando un túnel. Bien, nuestra querida bacteria estaba haciendo de las suyas. La llaman bacteria come-carne y… bien llamada está. Además de la amoxicilina me recetaron ciprofloxacino a partir de este momento.

En la siguiente fotografía podemos ver que la bacteria dichosa me había dejado un hueco, como me dijo el señor pescador de la Restinga, solo que no me cabía una canica sino que me cabía todo el dedo pulgar. Lo cual me honra porque quiere decir que estoy muy bueno, o eso es lo que me dijo la doctora esta vez, para ponerle algo de humor al tema.

Las siguientes imágenes muestran el proceso paulatino de lo que vienen llamando una cicatrización natural por segunda intención. Esto es, tu cuerpo va rellenando con carne nueva todo el boquete que se ha comido la bacteria. Es un proceso muy lento en el que todos los días se realizan curas húmedas, al principio con desbridantes y luego con gel y blastoestimulina, se tapa la herida y hay que estar pendiente durante meses de que aquello no se reinfecte. Obvio, ya que tu cuerpo tiene una nueva ventana al exterior donde no debería y no es pequeña precisamente.

Clic aquí si quieres saber más sobre el Bicho de la Restinga.

A lo que muestra la herida hay que sumarle los días de baja, los meses de médicos, los casi dos meses con antibióticos que te dejan el sistema digestivo hecho un «higo», el miedo al qué pasará, la espera de los resultados de la radiografía para ver si el puto bicho ha llegado al hueso o no y los meses que convives con tu agujero, tus curas y tus ganas de que aquello se rellene, le salga costra y parezca de nuevo una herida «normal».

Tras la última foto aquello se cubrió de una costra durante más de una semana, que se hizo gigante y muy gruesa y tardó casi dos meses más en caerse. Un día al salir de la ducha… ahí estaba, junto al desagüe, casi me la quedo de compañera y de recuerdo. Me miré y mi pierna lucía piel normal (o medio normal). Alegría, nostalgia herreña, no mas curas ¿qué hago ahora?… ¡a bucear!

Las heridas en el buceo

Siempre hablamos de lo bueno del buceo y es que, es así. Pero hemos de tener en cuenta las heridas de buceo. Todo lo que tiene el buceo, todo lo que podemos llegar a conocer, explorar, experimentar y todo aquello que nos aporta el submarinismo, son aspectos positivos pero como en toda actividad, en ocasiones pueden ocurrir cosas que jamás desearíamos. ¿Peligros insalvables? ¿muerte? ¿cosas muy feas? no… no estoy hablando de nada de eso. El buceo es una actividad magnífica, segura, de diversión y sobre todo de descubrimiento y de experiencias.

La formación y la experiencia lo son todo en el buceo. Con estas dos claves, más el sentido común y la mente previsora que todo buceador debe tener, sencillamente, no encontrarás otra actividad mejor que el buceo. Seguro al cien por cien (qué va a decir un flipado del buceo, claro…)

Heridas y cicatrices de guerra en el buceo recreativo

Como hemos mencionado en numerosas ocasiones, la formación de buceador es clave y de hecho en nuestras formaciones aprendemos, desde el primer curso, cuáles son los riesgos del buceo, qué síntomas y qué enfermedades o problemas nos pueden generar determinadas conductas inapropiadas en nuestras inmersiones. Una vez que estamos formados y las conocemos, sabemos muy bien que son sólo eso, conductas inapropiadas.

Narcosis, enfermedad descompresiva, sobrexpansión pulmonar y cualquier tipo de barotrauma. Conocemos muy bien qué son estas cositas, hemos aprendido que el agua no es nuestro medio natural y ello tiene una serie de consecuencias que, simple y llanamente, podemos manejar.

Es decir, está claro que no estamos diseñados para vivir en el agua, no tenemos branquias, respiramos aire y ello tiene una serie importante de implicaciones cuando lo mezclamos con el término «presión», pero también somos conocedores de que manejando una serie de variables, que ya conocerás si eres buceador, podemos afirmar que aunque no nos creasen para vivir en el agua si que nos «diseñaron» para poder bucear, por lo que estamos muy, muy agradecidos. Ya sabes que en este sitio web puedes informarte y formarte bien acerca de todo ello. Pero vamos a lo que nos atañe ahora:

Herida causada por una bacteria, buceando

Resulta que en la formación vemos aquellas implicaciones que pueden derivar en temas de diversa gravedad. Son cosas serias y que realmente dependen del buceo como tal, ya que se derivan del medio hiperbárico en el que desarrollamos nuestra actividad preferida. Es por ello que también necesitamos de la experiencia. Hay una serie de conocimientos, trucos y sobre todo, pensamientos preventivos que sólo nos aportará la experiencia. La clave es que aquí podemos aprender mucho de la experiencia de otros sin tener que pasar por lo mismo.

Otoño del 2017, todo pintaba genial ya que nos esperaban dos semanitas de curso y buenos buceos en el Hierro, en nuestras queridas Islas Canarias. Primer día de buceo, madrugón perfecto, de estos que desayunas con muchas ganas e ilusión pero todavía es de noche. Es tu primer día de buceo y la alegría, la ilusión y esas ganas, o quizás «exceso» de adrenalina te hace ir como una moto, como con prisa (ya lo sé, estamos de vacaciones de buceo, estamos en las Islas de la eterna primavera pero da igual). Es nuestro primer día de buceo y hemos de estar los primeros ahí – Así somos los buzos, qué se le va a hacer -. Tanto madrugamos que el centro de buceo estaba cerrado todavía, no hay problema. Vamos a tomar un cafecito junto a los marineros en el bar más cercano.

Si la combinación de alegría, ilusión y adrenalina nos parecía poco… vamos a enchufarnos un poco de cafeína ¡qué cojones! Salimos del bar porque parece que el centro de buceo ya estaba abierto, Laura tropieza con la rampita que había al salir, se tuerce el tobillo, realiza su primer buceo pero en el segundo… se tiene que ir para casa: estábamos convencidos de que era una simple torcedura, no había dolor ni hinchazón de modo que decidió realizar el primer buceo. Pero no, resultó ser un esguince de tobillo. Señores, la cosa pintaba mal. Laura se va para casa con toda la frustración del mundo ya que llevábamos esperando dos años para estar ahí, en ese momento, buceando. Bueno, yo sigo buceando ese día, al siguiente y durante dos días más. ¿Por qué solo durante dos días más? mirad lo que me ocurrió.

Haz clic aquí si quieres ver la evolución de mi herida aunque las imágenes no son agradables.

Yo llevaba un rasguño que me había hecho hacía ya diez días en mi ciudad, un arañazo en la espinilla ya curado, con su costrita, sin dolor, sin escozor de ningún tipo, sin picor. Una herida que se le caería la costra en breves y poco más. Típico rasguño al que nadie le da importancia (yo al menos no se la daba aunque ahora sí). Bien, el segundo día de buceo la costra se estaba marchando, la humedad, el agua del mar, la sal, el yodo… todo eran elementos perfectos para que esa costra desapareciera y seguir tan felizmente como tantas otras veces. Os aseguro que pocas personas han ido por la vida con más rasguños que yo.

Mi último día de buceo fue increíble. Una inmersión preciosa en «El Bajón» (más de uno la conoceréis) y otra en «Punta Restinga». Pero al llegar al centro, quitarme el traje y mirar para abajo… me encuentro con la herida abierta (mucho más abierta que el rasguño que me hice en su día) y negrita por los bordes. No le dí demasiada importancia, pensando que eran restos del neopreno o podría ser de la Povidona que todavía me echaba para secar bien la costra.

¿Sorpresa?

Esa misma tarde me puse con 38 de fiebre, había cogido algo de frío en la segunda inmersión. Pensé que me habría resfriado un poco. Laura con su esguince ya se había preocupado más de la cuenta por mi herida, ella me comentó que a la mañana siguiente iríamos al médico del Pinar porque los bordes de mi herida no le gustaban nada. Laura es enfermera de profesión, la mejor enfermera del mundo y además es mi mujer, con lo que no tenía escapatoria alguna y fuimos al médico en ese mismo momento. La verdad que ese día me curaron la herida como una herida normal, paracetamol para la fiebre y no mucho más. Bueno, todo parecía ir como yo pensaba…

Esa misma noche vino la sorpresa. A las 5 de la mañana me despierto con un dolor indescriptible en toda mi pierna derecha, 40 de fiebre y miro para abajo… llevaba el gemelo y toda la espinilla del doble de su tamaño, rojo, caliente a más no poder y me era imposible bajar esa pierna al suelo del tremendo dolor (tuve que orinar en una botella porque no era capaz de ponerme de pié). Laura me dio algo para la fiebre, me lavó la herida, me curó y me puso hielo. Gracias al hielo pude moverme de muy mala forma y poner rumbo al médico. Algo no andaba bien, tenía una infección enorme.

Entre Laura y el enfermero del Pinar me estuvieron curando esa herida durante dos días, tres veces al día hasta que se dieron cuenta que alguna bacteria asquerosa me estaba «tunelizando la herida». A mí me daba igual, se me iría la fiebre en poco tiempo, me tapaban esa herida y yo seguiría buceando tres o cuatro días después. Porque sí, porque tengo los huevos como el caballo del Cid.

Ver el primer curso de buceo

Lamentablemente no fue así. Estuve tres días con fiebres muy altas, yendo todos los días al médico del Pinar, con dos antibióticos muy potentes durante más de un mes, con radiografías y visitando el hospital de mi ciudad y a mi médico de cabecera durante casi medio año. No buceé más pero nos conocemos el Hierro como la palma de la mano, conocimos al mejor enfermero especialista en heridas de España, aprendí que Laura es la mejor enfermera del mundo y sobre todo aprendí que el agua del mar no cura, es un mito. Aprendí que no es bueno bucear con heridas, por simples que sean y aprendí también que un puto bicho microscópico se te puede llevar de este maravilloso mundo y en cambio un tiburón se deja echar fotos.

También aprendí que en el Hierro existe esa bacteria, en el mar de las Calmas, a la que los marineros y pescadores llaman «el bicho de la Restinga», los médicos y enfermeros llaman «Stafilococo Aureus» y las gentes que la conocen le llaman «Bacteria Come-carne».

Aquí podrás saber más acerca del Bicho de la Restinga.

Lo mismo que me pasó a mí buceando le podría haber pasado a cualquier otro nadando en la playa o a cualquier niño en la orilla si es que esa bacteria estaba también ahí, en ese momento. Lo que quiero decir, es que tanto el esguince de mi señora como el poder haberme quedado amputado a la altura de la rodilla, no son cosas que deriven directamente del buceo, pero son experiencias que no quiero que te pasen.

Por ello la prevención, el relax, ese café de más cuando ya se está «exaltado», el estar tan centrada en ese primer día de buceo, esa rampa en el bar… dejaron a Laura sin bucear con su esguince. Y yo… quizás esperando tres o cuatro días sin bañarme y sin bucear, por supuesto, hubiese curado bien esa costra y no me hubiera entrado tal bichejo cabrón.

Son cosas de la vida, son cosas del buceo. Son cosas del buceo, cuando el buceo es tu vida.

¿Miedo al buceo? Noooooo. A los seis meses estaba buceando. De hecho fue lo primero que hice.

¿Miedo al Hierro? Tampoco. Este tipo de bacterias están o pueden estar en todas partes. Casualidad, me tocó a mí. Nada más. Pienso volver al Hierro, más de una vez y más de dos, además. De hecho, este tipo de bacteria en numerosas ocasiones se puede pillar en los propios hospitales.

¿Miedo a las heridas? Para nada. Son aspectos normales y naturales de nuestras vidas.

¿Miedo a las bacterias? Pues… miedo no, pero sí mucho respeto. Desde entonces cualquier mínimo rasguño lo lavo con agua y jabón, lo desinfecto con povidona y lo llevo tapado los primeros días hasta que la costra está bien formada. Después sigo curándolo hasta que la costra se cae y mi piel cicatriza. Desde entonces tengo bien presente que no, el agua del mar no cura.

La humedad, el agua del mar, la temperatura correcta, el neopreno… todo puede tener la conjugación perfecta para albergar bacterias y… si te toca «la mala» como me tocó a mí, te lo va a hacer pasar mal, te va a machacar las vacaciones y lo peor de todo, te puede hacer temer por una de tus extremidades.

Alguien lo dijo, para aprender… perder.

La sensación al bucear

En el post anterior hablamos sobre la sensación al bucear que solemos tener al inicio. Podrían parecer poco deseables. También concluimos que ésas sensaciones sólo se dan cuando estamos empezando, cuando probamos el submarinismo por vez primera y además explicamos que no eran sensaciones negativas realmente sino que eran sensaciones totalmente lógicas, naturales e incluso, algunas de ellas, necesarias. Eran éstas.

La otra sensación al bucear

En el post de hoy continuamos hablando de la sensación al bucear. Son varias y van apareciendo, tras las anteriores, cuando estamos empezando a bucear, las que hacen que compense bucear y sin duda alguna son las que perduran y perdurarán por siempre en cada inmersión que realicemos.

Relax y tranquilidad

Tranquilidad y meditación

Tras todos los preparativos, el viajecito en barco, la locura de equiparnos todos al mismo tiempo en un espacio, a veces reducido, el calor del sol, el sudor y el «pequeño agobio» de vestirnos y colocarnos toda la parafernalia de buceador llega el momento. ¡Al agua!

En el agua desaparece el calor, dejamos de sudar, el solazo no molesta, flotamos, respiramos hondo y tranquilos, el barco ya no se mueve, las risas y la cara de felicidad de los que nos acabamos de tirar al agua eliminan cualquier sensación negativa. Nos damos el OK y empezamos a deshinchar los chalecos… comienza el descenso, el silencio, se incrementa el espacio al infinito, el equipo se vuelve cómodo, nada pesa, respiramos y sólo se escuchan las burbujas de nuestros compañeros de buceo. Estamos como pez en el agua; nunca mejor dicho.

Control y seguridad

Nos hemos relajado, estamos descendiendo bajo el agua y todo parece pararse, estamos en el otro mundo, que antes no era el nuestro, pero ahora sí; empezamos a sentir que ese también es nuestro mundo, nos sentimos cómodos, relajados y el equipo es nuestra segunda piel. Comenzamos a ver que nuestro equipo nos lo permite todo bajo el agua, la sencillez de hinchar y deshinchar el chaleco, de controlar la flotabilidad con nuestros pulmones, la efectividad de las aletas, la comodidad con la que el regulador nos da aire de una forma totalmente natural… todo, todo parece perfecto y empezamos a tener esa sensación de control.

Ese control refuerza, todavía más, la sensación de tranquilidad, nos seguimos relajando y vamos olvidando las inquietudes que teníamos antes de comenzar. Todo va rodado, sencillo, simple. Estamos, de hecho, más seguros que ahí arriba.

La sensación de ingravidez

Ingravidez

Son muchas las personas que bucean, las que destacan esta sensación de entre las principales que nos brinda el submarinismo. Es cierto y es una sensación muy placentera, diferente y que nos ayuda a ser muy conscientes del medio en el que estamos. Una vez nos hemos relajado, vemos que todo va sobre ruedas, tenemos la seguridad y esa sensación de control del equipo, nos inunda la comodidad y empezamos a ser conscientes de la sensación de ingravidez.

Flotamos, avanzamos, retrocedemos, nos giramos… Nos ponemos boca arriba, boca abajo y la sensación de ingravidez es total. Sí, nos podemos sentir como novatos astronautas. Al principio es una de las sensaciones más curiosas que nos brinda el buceo. Es así y también debemos destacar que esta sensación de flotabilidad neutra en el medio acuático también suma y retroalimenta a las sensaciones anteriores de calma, relax y control. A partir de este momento estas tres sensaciones nos van a acompañar en nuestras inmersiones y además se van complementando e irán incrementando con nuestra experiencia.

Mimetización

Si alguna vez te has parado en lo alto de una montaña, en lo profundo de un bosque, en la cavidad de una cueva o en el centro de un lago perdido en la naturaleza; si alguna vez te has sentado en un parque en silencio; si alguna vez te has parado a respirar profundamente en el césped y has conseguido evadirte de tu día a día, del ruido de las ideas que bombardean tu cabeza o si en alguna ocasión has meditado o has tenido unos segundos de una experiencia cercana a ello, sabrás bien de lo que te hablo.

En esos momentos (y muchos otros similares) tienes la sensación de lo que realmente eres, eres consciente de lo que formas parte y te sientes, digamos, fusionado con el entorno natural que te rodea en ese momento. Tomas perspectiva y te sientes mucho más cerca de la esencia natural que eres. A eso es lo que yo llamo la mimetización. Cuando estamos buceando esta sensación se incrementa y digamos que aparece antes o más fácilmente. El silencio, la ingravidez, el color uniforme del azul, la ausencia de distracciones y algún que otro aspecto más, los tenemos de serie bajo el agua. Conectamos en un momento con la naturaleza. Seguro que conectaremos muchísimo más fácilmente con esa esencia. Nos mimetizamos.

Esta sensación al bucear, en mi opinión, es la más destacable. Vendrá cuando ya llevemos unas cuantas inmersiones pero es, bajo mi humilde punto de vista, la sensación que aglutina todas las anteriores y además será la que refuerce nuestras habilidades bajo el agua en un futuro.

Entusiasmo

Es lo que ocurre siempre que hemos superado algo, hemos adquirido una nueva habilidad, vencido un miedo o conseguido un objetivo. Sí, es así; ese nerviosismo que teníamos al principio se ha convertido en paz y tranquilidad, ese agobio que quizás teníamos en el barco se ha transformado en sensación de control; ahora estamos buceando bien, nos hemos mimetizado con el medio acuático y estamos como pez en el agua.

Ahora nos entusiasma el medio en el que estamos, la belleza natural de lo que nos rodea. A partir de ahora la sensación que nos llena es ese entusiasmo que sentimos por ver ese pez que se acerca a nosotros, nos entusiasma poder capturar una buena fotografía de ese caballito de mar que se esconde tras las algas, nos entusiasma bucear entre ese pecio hundido en la guerra. El entusiasmo es otra sensación al bucear, que debemos destacar. Habrá inmersiones llenas de vida en las que saldrás entusiasmado porque unos delfines se acercaron a saludar y habrá otras inmersiones en las que te emocionará haber podido cortar los trozos de red para liberar a una tortuga.

También habrá inmersiones donde quizás no veas nada de vida, pero esas formaciones rocosas, esos tubos volcánicos, esas columnas enormes de basalto… eso no lo ha hecho el hombre; eso es arte y capricho de la naturaleza y también te sentirás entusiasmado.

Alegría

Sensación de felicidad

No voy a explicar demasiado lo que es ésta sensación, ya que todos la experimentamos muchas veces a lo largo del día y si no es el caso… deberíamos. Pero si sumamos la increíble sensación de ingravidez con la tranquilidad y la paz que da el azul, le añadimos la calma del silencio y le sumamos el entusiasmo con todas las virtudes que nos brinda la mimetización con la naturaleza… no podemos sentir otra cosa que felicidad.

Sensación al bucear que se multiplica con la experiencia, con los buenos ratos que pasamos junto a nuestros compañeros de buceo, las risas del barco, el bienestar que siempre nos aporta el mar, el clima de ocio y de buen rollo que se genera siempre cuando realizamos este tipo de actividades. Señores… el buceo es alegría. ¡Cómo no!

A todo este conjunto de sensaciones es al que siempre me refiero con eso de que el buceo te cambia la vida. Hemos visto cómo ese pequeño conjunto de sensaciones, que pudieran parecer negativas, se convierten en sensaciones muy positivas que, en el fondo, todo ser humano debería encontrar. No es otra cosa que una herramienta más para acercarnos a la felicidad. Y para qué estamos aquí, si no es para ser felices.

En parte es por ello este lema: a veces «la mejor vida, simplemente significa un buen buceo»

Si no leíste el primer post acerca de las sensaciones al bucear.

Best life is a good dive