Problemas con la máscara de buceo

En este post voy a contar una mala experiencia que tuve con algunos problemas en la máscara de buceo hace ya algunos años. Digo bien, realmente fue una mala experiencia ya que realmente, no fue un problema de buceo. Creo que contar y comentar este tipo de eventualidades negativas siempre es bueno porque otros buceadores podemos aprender constantemente de las experiencias de otros.

Siempre hablamos de las cosas buenas, todo lo que nos aporta el submarinismo en términos positivos, lo que nos muestra el océano, lo que nos enseñan los mares y lo grande, perfecto y maravilloso que tiene el mundo subacuático pero hemos de valorar también estas «historietas del abuelo cebolleta» como positivas.

¿Por qué?

Porque en el fondo son otro modo de aprendizaje. En los cursos de buceo aprendemos la teoría fundamental para poder practicar esta gran actividad. También en las prácticas y en las inmersiones que vamos realizando a lo largo de nuestra vida vamos aprendiendo mucho, obtenemos experiencia y pasamos por diferentes situaciones que, de forma continua, nos siguen formando como buenos buceadores.

Pero es imposible saberlo todo. Como ocurre con todo en la vida, no podemos pasar por todas las experiencias y situaciones que se pudieran dar. Por ello es clave el hecho de poder nutrirnos de lo que contamos los demás. Cuando ya tienes una experiencia base no es difícil ponerte en situación y hacer como tuyas esas experiencias que los demás buceadores te van aportando.

Por ello es fundamental hablar con otros buceadores y compartir buceo, comentar sobre inmersiones del pasado, contar algunos detalles o generar diálogos acerca de situaciones que se han vivido, aunque no sean muy comunes. Para ello está nuestro blog de buceo.

La máscara y los efectos de la presión hidrostática

Todo transcurre en el año 2015, en nuestro viaje a la Polinesia Francesa. Llevábamos ya tres días de buceo en la isla de Rangiroa realizando inmersiones dentro y fuera del atolón. La vida acuática en Polinesia es una pasada, en cualquier playa, cualquier zona cercana a las rocas puedes ver todo tipo de peces tropicales, familias y bancos gigantes de peces de todos los colores y tamaños.

Puedes ver las fotografías si me sigues en Instagram. Soy @DavidToDive

La máscara de buceo y la presión

Los buceos en apnea mientras realizas snorkel son más que suficientes para disfrutar de la vida acuática en Polinesia. Rayas, peces trompeta y tiburones de arrecife se pasean a tu lado mientras te bañas en una playa a un metro de profundidad. Es así. Pero Rangiroa tiene algo muy característico y es que en sus pasos (Avatoru y Tiputa) puedes bucear con delfines y tiburones siempre que lo desees. Si buceamos cinco días allá, los cinco días fuimos a visitar a nuestros amigos.

El caso es que en nuestro cuarto día de buceo, otros buceadores nos comentaron que debíamos ir a la cara norte del paso de Tiputa, a unos 50 metros de profundidad había más de doscientos tiburones merodeando la zona. ¡Había que ir a verlo! ¡Cómo no!

Empezamos nuestra inmersión perfectamente, hicimos un rápido descenso porque íbamos a apurar los límites de profundidad ya que bajando a 40 metros podíamos estar muy poco tiempo observando a los tiburones que estaban todavía más profundo. Todo perfecto, pero he de decir que era la primera vez que descendíamos hasta el límite y también fue la primera vez que realizábamos un descenso tan rápido. Ningún problema al compensar los oídos, nada de cansancio porque la corriente nos ayudaba pero al bajar más rápido de lo que estábamos acostumbrados y al descender a tal profundidad empece a notar un placaje excesivo de la máscara en mi cara.

Había experimentado esta sensación que todo buceador conoce. La máscara, por efecto de la presión nos hace un placaje en la cara, que debemos compensar expulsando un poco de aire por nuestra nariz. Hemos de meter un poco de aire en ese espacio para suplir la reducción de volumen de aire, mientras incrementa la presión ambiente. Pero nunca había experimentado que ese placaje podía llegar a ser tan «heavy».

Aquí puedes saber más acerca de los efectos de la presión en el buceo.

El caso es que miré el ordenador y marcaba ya los 32 metros de profundidad, la máscara me apretaba demasiado en la cara, soltaba aire por mi nariz y notaba alivio pero la máscara seguía demasiado pegada a mi cara y además se me comenzaba a empañar la máscara. Un poco de agobio: los tiburones de ahí abajo, la primera vez que vamos a apurar tanto la profundidad, estamos lejos de casa si algo pasa, no dominamos el francés, ese tiburón martillo enorme que nos siguió un tiempo, ese azul oscuro tirando a negro que se ve por debajo…

Era todo genial pero cuando es la primera vez que haces algo y surge un pequeño problema, la cabeza empieza a dar vueltas. Ese pequeño agobio te pone algo nervioso. Intentas disfrutar de tu inmersión, sacar vídeos y fotos de los tiburones de ahí abajo, continuar el buceo normalmente pero no; el placaje de la máscara y los demonios de tu cabeza hacen que no sea una inmersión normal.

He de solucionar de inmediato el tema de la máscara me dije. Hasta que no eliminase esa pequeña molestia sabía que no iba a ser una inmersión cómoda. Ok, no hay problema. Me dí cuenta de que la máscara estaba algo más apretada de lo normal, porque había comprobado y centrado bien la tira antes de sumergirnos y quizás la habría dejado algo más apretada. Estábamos en el limbo, nuestros ordenadores marcaban ya los 36 metros de profundidad y yo quería aflojar un poquito la tira de mi máscara. Bien, me la quito, la aflojo, me la pongo, la vacío y a seguir. Eso fue lo que me dije y eso hice.

Pero en ese momento olvidé que la presión a 40 metros no tiene nada que ver con cuando te quitas y te pones la máscara a diez o doce metros. El agua empieza a entrar a cholón por los caños de tu nariz. Quieres expulsar aire por tu nariz pero no, no. El agua quiere entrar con bastante más fuerza de lo que tú expiras.

Claro, jamás había notado esa sensación. El pequeño agobio subió un nivel. Afloje la tira un poquito, me puse la máscara rápidamente y la vacié (aunque recuerdo que también me costó vaciarla más de lo «normal»). Seguimos buceando. Yo asciendo un par de metros y continuo buceando por encima y cerrando al grupo (sólo eramos cinco). En ese momento ya me daba igual la cámara de fotos, los tiburones y que la inmersión llegase a su fin. Estaba con menos aire que el resto (por los momentos de agobio que pasé) y la máscara me seguía molestando.

Aflojo la tira de la máscara un poco más, pero esta segunda vez sin quitármela de la cara. ¡Ya está! pensé; a disfrutar lo poco que me quede inmersión. Ahora sí estoy cómodo. Bien, no me duró en la cara ni cinco minutos. Un golpe de corriente me la quería retirar, estaba demasiado floja. Procedo a ajustarla y… otra vez. Otra vez ese agua queriendo entrar a presión por mi nariz. Pensé que se había roto la silicona del faldón, me la ajustaba con la mano a la cara y seguía entrando agua. Se ha tenido que romper pensé. El nerviosismo aparece, el agobio sube otro nivel. Mi consumo de aire se dispara mientras intento exhalar el aire de mi nariz con mayor fuerza de la que el agua quería entrar.

Aparece la guía de la inmersión frente a mí. Le comunico el problema (ella me estaba viendo exhalar muchas burbujas por mi nariz, claro. Algo no iba bien con la máscara). También ella pensó que podía estar rota por la parte de la silicona que bordea la nariz. La apretaba contra mi cara, seguía ocurriendo lo mismo. Indicó que me pinzase la nariz, dio el fin de inmersión y comenzamos un ascenso muy lento para hacer la parada de seguridad.

Yo ya estaba perfecto, la máscara llena de agua pero sin la molestia del placaje y sin luchar contra la presión con mi nariz. Era sencillo, sólo había que pinzarse la nariz. Pero una experiencia nueva, en una situación nueva, haciendo determinadas cosas por primera vez, nervios, algo de agobio, la corriente, esa sensación físicamente rara del agua a presión queriendo entrar por tu nariz. Todo ello, en su conjunto, no me dejó ver algo tan sencillo: pinzarse la nariz. Es de cajón, ¿verdad?

Fueron segundos, a mí me parecieron varios minutos. Fue un pequeño problema bien solucionado, a mí me pareció un mundo. No llegue a tener miedo, mi objetivo era llegar a la cota de los 12 o 15 metros y bucear sin máscara (ya lo había hecho) pero esa sensación de que el agua entra en tu nariz con tanta fuerza sí me puso bastante nervioso por un tiempo. Experiencia de buceo.

Siempre hemos de comprobar el correcto funcionamiento del equipo y su comodidad para la inmersión. Sobre todo si la inmersión va a ser profunda.

Otra experiencia poco común fue cuando me picó el Bicho de la Restinga.

El bicho de la Restinga

Parece hasta majo ¿verdad? piensas que el Bicho de la Restinga va a ser un ser simpático, pequeñito y juguetón que te saludará nada más perderte por algún bosque de la isla cual David el gnomo. Nada tiene que ver con ello. Veamos quién es el bicho de la Restinga.

¡Te picó el bicho de la Restinga!

Herida por bacteria de la Restinga

Para quien no lo sepa la Restinga es una conocida localidad del Hierro. Pertenece al municipio del Pinar y se encuentra en la punta más al sur de la isla del Hierro. Quizás no sea una zona turística archifamosa de las Canarias pero desde luego que lo es para el turismo de buceo. Somos muchos los buceadores que visitamos alguna vez esta isla ya que dicen, contiene el mejor buceo de toda Europa y parte de África. Así es, por cierto, como lo es en todas nuestras queridas Islas Canarias y la Macaronesia en general.

La Restinga es una población muy pequeña, mantiene la esencia de sus antepasados ya que claramente sigue siendo ese pueblecito canario de pescadores, donde todos se conocen y su puerto da buena fé de ello. Desde hace varios años tiene algo de turismo, en buena parte local, pero sobre todo somos los buceadores los que absorbemos esa oferta turística. Los balcones y terrazas nos informan bien de ello ya que se aprecian neoprenos y escarpines tomando el aire por todos lados.

La Restinga es conocida y famosa entre los buceadores por el Mar de las Calmas, que baña a el Hierro desde la punta de la Restinga hasta el finisterre canario (el Faro de Orchilla). Es una reserva marina, está muy protegido de los fuertes vientos gracias a la gran pendiente que queda a sus espaldas y además también está protegido de la corriente fría de Canarias. Ello nos da como resultado unas condiciones muy buenas para temas como la visibilidad, la tranquilidad de las aguas, la temperatura del agua y la vida marina.

Aquí cuento la historia de mi herida de buceo en el Hierro.

Hay una vida que nos encanta ver, fotografiar y contemplar. Hay otro tipo de vida invisible para nosotros (sin microscopio) que es buenísima para el resto de la vida, como las microalgas, el plancton, el fitoplancton, las bacterias y otros microorganismos sin los cuales no estaríamos aquí. Pero a veces la falta de movimiento en el agua, la falta de oxigenación, el incremento de los nitritos y una temperatura elevada del agua puede ser buen caldo de cultivo para bacterias que no son bienvenidas por nuestro cuerpo. Una de ellas es un tipo de Stafilococo Aureus que podremos encontrar en cualquier parte. No sólo en el mar.

Ver los niveles de buceo

Puede estar en el agua estancada de una poza de agua dulce, en el mar, en la rama de un árbol de la ciudad donde vives, en el suelo de un parque, en los hospitales y centros de salud o en esa piedra donde te acabas de apoyar. Puede estar en cualquier sitio. La putada es estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, con la mala suerte adecuada y esa herida que adecuadamente está en contacto con ese «exterior contaminado».

Pues a este tipo de Stafilococo Aureus en algunos lugares le llaman «bacteria comecarne» y en el Hierro la conocen como «el Bicho de la Restinga». No es el gnomo simpático del que hablaba al inicio del post, es una bacteria que si entra en nuestra piel y está a gusto ahí, literalmente hace de las suyas y te empieza a desaparecer carne de tu cuerpo y además a una velocidad considerable. No hay que asustarse pero si debemos acudir al médico inmediatamente porque cuanto antes recibamos los antibióticos, menos notaremos sus efectos. Simplemente produce una infección y hay que acabar con ella cuanto antes.

Tradicionalmente se daba algún caso de vez en cuando entre los pescadores de la zona. Heridas por anzuelos, alguna mordedura, algún corte con las herramientas del barco o de la pesca. Era una zona de buena pesca antiguamente y eran muchas las personas que vivían de ello (y todavía las hay). Antiguamente no eran muy cuidadosos y estaban más expuestos por lo que se daban este tipo de infecciones y entre los pescadores le llamaban «el Bicho». Así se fue extendiendo cuando se contaban sus historias los pescadores, se juntaban con los pescadores de otras zonas y así es como surgió la referencia a la infección de este tipo de bacteria. El Bicho de la Restinga.

He de decir que entre los buceadores de la zona nadie sabía nada al respecto. Cientos de buceos y cientos de personas pasan todos los meses por el Hierro a bucear y nadie recordaba un caso similar al mío. Fueron los pescadores de la zona, el camarero de un bar con antepasados marineros y los médicos y enfermeros del Pinar los que me explicaron todo esto acerca del Bicho de la Restinga.

Aquí puedes ver cómo evolucionó mi herida aunque las fotos no sean muy agradables.

No obstante todos los expertos con los que hablé y todos las personas que me trataron coincidían en lo mismo. El buen clima calentito, la humedad, el neopreno de alquiler (donde nunca sabemos quién se habrá hecho pipí o no y nunca sabremos si están siendo correctamente desinfectados) son la conjugación perfecta para la aparición y el mantenimiento de bacterias. Todos me recordaron lo mismo:

  • No se bucea jamás con una herida abierta.
  • No se bucea con una costra que se puede ablandar y dejar de ofrecer la protección para la cual, nuestro cuerpo la diseñó.
  • Si se quiere bucear con una herida casi curada, prevenir siempre con esos apósitos que la cierran y blindan totalmente, evitando que pase la humedad o que la herida esté en contacto con el neopreno o el agua. Suelen ser como de silicona transparente. Toda protección y desinfección es poca cuando se tiene una herida.
  • El agua del mar no cura. Es cierto que la sal, el sol, el aire y el yodo del agua marina nos pueden ir bien para secar heridas ya bien curadas; por ello ese dicho de que «el ambiente playero» cura las heridas. Pero no, ningún médico ni experto en la materia nos va a recomendar un ambiente bacteriano, para ninguna herida que no esté bien curada de forma previa.
  • Es conveniente tener nuestro propio traje de neopreno. Nosotros sabremos siempre cómo lo lavamos, cómo lo desinfectamos, cómo y dónde lo secamos y guardamos.
  • Al mínimo signo de infección de una herida necesitamos ir urgentemente al médico. Si la bacteria es jodida la rapidez en la cura y los antibióticos pueden ser clave para frenarla a tiempo. Los síntomas pueden ser:
    • Enrojecimiento de la herida
    • Enrojecimiento de la zona que circunda la herida
    • Calor en la zona de la herida
    • Picor o dolor en la herida o las zonas colindantes
    • Maceración y color rosáceo brillante en los bordes de la herida
    • Fiebre
    • Dolor, hormigueo o molestias en la extremidad donde se encuentra la herida
    • Hinchazón de la extremidad donde se encuentra la herida
    • Aspecto celulítico de la extremidad o la zona de la herida (que irá acompañado de calor)
    • Cualquier combinación de los anteriores.

Recordemos que en este caso, quien dice bucear dice bañarse o nadar. Sencillamente. Además, no es que esta bacteria se encuentre «a veces» en el Mar de las Calmas. No. El tema es que puede estar en el parque donde van tus niños a diario, puede estar en las pozas de agua dulce de tu pueblo, puede estar en esa rama que te ha rozado cuando ibas en la bicicleta o en ese césped de la calle por donde sales a correr todos los viernes. Está y estará muy probablemente en algún lugar de tu centro de salud o en el hospital al que vas a visitar a tu familiar.

El tema es que, en numerosas ocasiones, no damos la importancia suficiente a esos pequeños cortes, esos rasguños o arañazos que nos hacemos por ahí mientras hacemos deporte, trabajamos o jugamos con nuestras mascotas. Hemos de recordar que no dejan de ser ventanas, por pequeñas que sean, que se abren de nuestro cuerpo al exterior y no vemos la importancia de curarlas bien y protegerlas hasta que nos ocurre algo como lo que me ocurrió buceando en el Hierro.

Además los submarinistas debemos tener, si cabe, más cuidado todavía por los medios y ambientes que frecuentamos y usamos. Ya sabemos que la humedad, el calorcito, las celdas de nuestros neoprenos, el compartir material o usar trajes de alquiler sin desinfectar son aspectos que incrementan las probabilidades de tener amigos-enemigos microscópicos con nosotros.

La evolución de la herida y el bicho de la Restinga

En el post anterior comenté la historia que me ocurrió buceando en el mar de las Calmas hace unos años. Todo por la mala suerte y lo más importante, por la imprudencia de no darle a una simple herida la importancia que debe tener. Ahora podrás ver cómo fue evolucionando la herida y también haré un breve comentario acerca del llamado «Bicho de la Restinga»

Ver la historia de una herida en el buceo.

La evolución de la herida

Como ya comenté en la entrada anterior, cualquier pequeño rasguño puede ser susceptible de ser penetrado por cualquier tipo de patógeno y generar una infección. Tras mi historia, como podéis imaginar me dediqué a investigar un poco acerca del tema y claro, te das cuenta de que no eres el único. De hecho, me acabé dando cuenta de que el infortunio de machacarme las vacaciones, los buceos y lo mal que lo pasé los primeros días, debían hacerme sentir muy afortunado.

Años atrás a un bañista en el Caribe Mexicano le ocurrió algo similar. Le entró una de estas bacterias en un pequeño corte que se había realizado en la mano. Mismo proceso, misma historia y similar secuencia a lo que me ocurrió a mí. Pero esta vez con un final más trágico ya que su protagonista terminó perdiendo la mano.

Era un chico español pasando su luna de miel en el Caribe, le ocurrió lo mismo pero a tan sólo dos días de volverse a España. El tipo pensó que para dos días y tal… prefería que se lo mirasen ya en España. Tardaron cuatro días en que un experto observara, diagnosticara, cuidara y recetara. La infección terminó alojándose en el hueso y tras un mes ingresado con antibióticos muy potentes, no pudieron hacer nada; le tuvieron que amputar por debajo del codo.

Evolución de esta herida de buceo

Yo terminé mis vacaciones en la isla del Hierro realizando preciosos senderos, visitando todos y cada uno de sus pueblos y echando fotos a las preciosas piscinas naturales que tiene (sin poderme bañar) y me dio tiempo para hablar con mucha gente de la isla, pescadores, marineros, los médicos y enfermeros que me atendían.

Recuerdo que un pescador ya retirado, un señor mayor encantador y muy hablador me habló de que hacía tiempo que no conocía a nadie al que le hubiera «picado el bicho de la Restinga» pero que sí conocía a tres personas a los que, pescando, con la mordedura de algún pescado o algún accidente con los anzuelos les había entrado esta bacteria. El señor me decía «tranquilo muchacho, eso ya está pasado. Te quedará un agujero como una canica». No me dejó muy tranquilo, pero el señor era majísimo y encantador. Se quedó un largo tiempo con nosotros hablando sobre «sus tiempos» cuando todos eran pescadores, contándonos historias del mar de las Calmas.

Uno de los enfermeros también me dijo que hacía tiempo que no tenían un caso similar al mío. Pero que sí, la presencia de este Stafilococo Aureus cada cierto tiempo les brinda algún caso parecido. En cuanto me vió que la herida había «tunelizado» sabía que se trataba de esta infección. Siempre bromeaba con que terminarían cortándome la pierna por lo sano.

Sé que estaba seguro de que eso me iba a curar, de lo contrario no hubiera bromeado con algo así ya que he de decir que me topé con uno de los mejores especialistas en heridas de toda España, un profesional como la copa de un pino y una persona con un corazón enorme y un humor gigante, con el que todavía me escribo.

Aquí os dejo un buen resumen de las fotos que me echaban tras las curas que todos los días me realizaban. No las dejo por morbo, por asustar a nadie ni por tener gente comentando, ni nada por el estilo. Las pongo para que todo el mundo sea consciente de que no es ninguna tontería, algo que se pase con una semana de antibióticos y un poco de betadine. No, la cosa fue seria y mucho más que lo podía haber sido.

Hacer el test del buen buceador

No buceéis con heridas, no os deis un chapuzón en esas pozas maravillosas o en la mejor playa del mundo si lleváis un rasguño que no está bien curado, el agua del mar no cura, es un mito y de hecho te la puede liar bastante. Cualquier herida que os hagáis (por poca cosa que parezca) os la laváis bien con agua y jabón de forma inmediata, la desinfectáis con povidona y tened mucho cuidado hasta que la costra se caiga del todo y vuestra piel luzca normal.

No tengo foto de la herida con la que llegué, pero imaginaos un arañazo como el de la primera foto pero con la piel totalmente limpia, la herida totalmente seca, con su costra perfecta y a punto de cicatrizar normalmente. Esa primera foto es del segundo día, tras salir de bucear, veis la pierna amarillenta porque nada más ducharme tras los buceos, me daba betadine por toda la zona, para ayudar a que se secase la herida, ya que tras estar cuatro horas bajo un neopreno húmedo… esa costra se ablandaba. Ésto lo sé ahora, a toro pasado, pero en esa imagen ya se pueden observar que los bordes de la herida están rosáceos, lo que nos puede estar mostrando algún pequeño signo de infección. Como veis la parte de abajo de la herida ya había desprendido su costra y todo parecía normal, así que optamos por pensar que era un poquito de maceración de los bordes de la costra a causa de la humedad.

Explicación de las enfermedades de buceo

La siguiente foto fue al tercer día, ahí fué cuando me la limpiaron, sacaron el pus pero fueron buenos conmigo y no apretaron lo suficiente. Ya me dieron amoxicilina, por lo que pudiera ocurrir. Es en la tercera foto cuando mi enfermero preferido me hizo bastante pupita, apretó y apretó y les cambió la cara mientras me decían eso de «ups, ¡vaya! esto está tunelizando». Se observan perfectamente los dos orificios, pues bien… entre un orificio y otro se estaba creando un túnel. Bien, nuestra querida bacteria estaba haciendo de las suyas. La llaman bacteria come-carne y… bien llamada está. Además de la amoxicilina me recetaron ciprofloxacino a partir de este momento.

En la siguiente fotografía podemos ver que la bacteria dichosa me había dejado un hueco, como me dijo el señor pescador de la Restinga, solo que no me cabía una canica sino que me cabía todo el dedo pulgar. Lo cual me honra porque quiere decir que estoy muy bueno, o eso es lo que me dijo la doctora esta vez, para ponerle algo de humor al tema.

Las siguientes imágenes muestran el proceso paulatino de lo que vienen llamando una cicatrización natural por segunda intención. Esto es, tu cuerpo va rellenando con carne nueva todo el boquete que se ha comido la bacteria. Es un proceso muy lento en el que todos los días se realizan curas húmedas, al principio con desbridantes y luego con gel y blastoestimulina, se tapa la herida y hay que estar pendiente durante meses de que aquello no se reinfecte. Obvio, ya que tu cuerpo tiene una nueva ventana al exterior donde no debería y no es pequeña precisamente.

Clic aquí si quieres saber más sobre el Bicho de la Restinga.

A lo que muestra la herida hay que sumarle los días de baja, los meses de médicos, los casi dos meses con antibióticos que te dejan el sistema digestivo hecho un «higo», el miedo al qué pasará, la espera de los resultados de la radiografía para ver si el puto bicho ha llegado al hueso o no y los meses que convives con tu agujero, tus curas y tus ganas de que aquello se rellene, le salga costra y parezca de nuevo una herida «normal».

Tras la última foto aquello se cubrió de una costra durante más de una semana, que se hizo gigante y muy gruesa y tardó casi dos meses más en caerse. Un día al salir de la ducha… ahí estaba, junto al desagüe, casi me la quedo de compañera y de recuerdo. Me miré y mi pierna lucía piel normal (o medio normal). Alegría, nostalgia herreña, no mas curas ¿qué hago ahora?… ¡a bucear!