El estrés en el buceo

El estrés en el buceo es algo que debemos manejar a la perfección, como buceadores de rescate. Muchos problemas e incidentes de buceo tienen como causa el estrés o, mejor dicho, lo que denominaremos estrés negativo. A veces de forma indirecta, porque es el estrés el que genera algún problema de forma secundaria y otras veces de forma directa, porque es el propio estrés el inicio del problema o el problema en sí.

Veremos a continuación los diferentes tipos de estrés que debemos conocer, ya que es muy importante saber identificarlos para anticiparnos a los problemas.

La clave de un buzo de rescate es saber identificar y anticiparse a los posibles problemas.

El estrés infundado en el buceo

En un primer enfoque hemos de conocer el estrés infundado. Es aquel que no tiene fundamento alguno, es decir un estrés que suele venir generado por la inexperiencia y que se suele dar en buceadores novatos. Es muy normal y extendido que cuando empezamos a bucear nos surgen diversas dudas, inquietudes, miedos e incertidumbres que pueden (dependiendo de la personalidad de cada cual) generarnos estrés.

  • Miedo a que aparezca el tiburón de la película y nos coma.
  • La mala visibilidad de esa inmersión en concreto, que antes no habíamos vivido.
  • En la inmersión de hoy registraremos la mayor profundidad de nuestro libro de inmersiones.
  • Es la primera vez que un banco enorme de peces nos ha rodeado por completo.
  • Vemos, por vez primera, que sólo nos quedan 60 bar de aire en la botella.
  • Se nos ha enganchado el cinturón de plomos en una roca y se nos ha abierto en mitad de la inmersión.
  • Un golpe de corriente nos ha quitado el regulador de la boca.
  • Se nos ha salido una aleta.
  • Nos entra agua en la máscara.

Y un largo etcétera de situaciones o escenarios que, normalmente por la falta de experiencia, pueden llevar a generar algo de estrés y nerviosismo en nuestras mentes buceadoras.

El estrés en una inmersión de buceo

Es un estrés infundado porque realmente no son situaciones o posibilidades de peligro. Nuestra mente las puede interpretar así, según nuestra personalidad y según la experiencia de buceo que tengamos adquirida. Estamos entrenados para corregir una entrada de agua en la máscara, ponernos una aleta, cambiar al regulador de emergencia o encontrar el regulador principal si se nos va de la boca, sabemos que la vida marina no es ningún peligro si no la molestamos ni acosamos.

Nada de lo anterior es una emergencia. En ningún caso tenemos probabilidades de sufrir, de pasarlo mal, ni son motivos para poner fin a una inmersión.

Es un tipo de estrés que identificaremos normalmente en buceadores novatos, buceadores con personalidad más «sensible» o buceadores que, aunque con experiencia general, quizás sea la primera vez que se enfrentan a determinado escenario.

Que lo denominemos estrés infundado no significa que no sea importante, de hecho es el estrés que observaremos más a menudo y además es un tipo de estrés más difícil de identificar en los demás. Es muy fácil de identificarlo en nosotros mismos pero en otras personas cuesta mucho determinarlo, ya que la mayoría de la gente opta por camuflarlo por una especie de «complejo de inferioridad» (algo muy normal en buceadores principiantes).

Estrés fundado en el buceo

Llamamos estrés fundado a esa tipología de estrés que realmente está motivado por alguna causa real de riesgo, problemas posibles o emergencia. El estrés es igual de real en el caso anterior, pero en esta ocasión la motivación también es real. Lo vemos mejor con unos ejemplos:

  • Si me encuentro con que me quedan 20 bar de aire en la botella estando a 20 metros de profundidad.
  • Pierdo el cinturón de plomos y no lo puedo recuperar.
  • Me quedo enredado con una red de pesca, que no he visto.
  • El regulador no me da aire por ninguna de las dos segundas etapas.
  • Me rozo con un coral venenoso.
  • Me pincho con un erizo de mar.
  • Hemos tenido que nadar más de lo normal para llegar al punto de inmersión y estamos agotados.

Si lo analizas bien, para gran parte de las eventualidades estamos igualmente formados y preparados; además siempre tenemos a nuestro compañero de buceo cerca para solucionar cualquier tipo de problema. Pero es cierto que de algún modo, son escenarios más «raros» que muy probablemente generarán un estrés de forma directa en el buceador. Por ello decimos que es un estrés fundado, es decir motivado realmente por una situación que nos hace percibir un riesgo más real o más cercano.

Además como hemos podido percibir en los ejemplos anteriores, el estrés puede ser divido en dos categorías bien diferenciadas:

Estrés físico

Un estrés físico fundado podría darse en una inmersión en la que de forma repentina, viene una corriente que no esperábamos, contra la que tenemos que nadar unos cuantos metros. O una situación en la que la embarcación no puede venir a buscarnos por la estructura del fondo y en la que, nos hemos despistado y hemos de nadar durante varios minutos contra la corriente.

También podría ser infundado, cuando las condiciones del buceo son buenas pero somos nosotros los que no estamos preparados para ello. Es decir que sufrimos fatiga por nadar durante cuatro minutos con un poco de corriente. En este caso… somos nosotros los que deberíamos cuidarnos y estar en una forma física adecuada para soportar esa pequeña eventualidad.

No hemos de ser deportistas de élite pero un buceador responsable ha de cuidarse y mantener una forma física adecuada, como para no fatigarse a la mínima complejidad.

En la mayoría de ocasiones el estrés físico se va a presentar en forma de cansancio, si no es controlado se convertirá en fatiga y esa fatiga nos llevará a una dificultad para respirar con normalidad por el regulador. Es en ese momento cuando empezará a manifestarse el estrés mental. Si no sabemos controlar esta situación estaremos ante el círculo del estrés, es decir, la pescadilla que se muerde la cola.

Estrés mental

Esas paranoias de las que hablábamos al describir el estrés infundado se basan en este tipo de estrés, el mental o psicológico. Son respuestas naturales de nuestra mente humana ante eventualidades negativas o posibles amenazas detectadas. Ya vimos que normalmente son infundadas, pero hemos de saber y entender que son muy normales ya que el medio subacuático no es nuestro medio de vida natural.

El estrés mental además puede venir generado por temas sociales o por psicología de grupo. Es decir que, a veces, nos podemos sentir «inferiores» si buceamos, por ejemplo, con un grupo de buzos más experimentados. También podemos sentir eso las primeras veces que buceamos sin tener cerca al instructor o si, por ejemplo, vamos a bucear con una pareja que no conocemos de nada, parece muy avanzado y va a su bola con la cámara de fotos y no nos presta demasiada atención.

Del mismo modo que ocurría en el caso anterior, si aparece estrés mental y no sabemos controlarlo, éste se irá agravando y puede llegar a generar estrés físico. Otra vez estaríamos ante la pescadilla que se muerde la cola.

El estrés positivo en el buceo

Hemos de ser conocedores de que siempre, un cierto nivel de estrés puede ser positivo. Esta connotación positiva del estrés la entenderemos fácilmente si argumentamos que el estrés, en niveles bajos nos ayuda a mantenernos alerta, a pensar y reaccionar con mayor rapidez y a ser algo más eficientes.

Estos niveles bajos de estrés que no nos llegan a abrumar, nos ayudan a ser más reactivos y proactivos, nos mantienen atentos y nos permiten aplicar nuestros conocimientos para evitar que un pequeño problema pueda ir a más y convertirse en una posible emergencia de buceo.

Si por ejemplo estamos en ante una inmersión en la que observamos que la visibilidad no es idónea, un bajo nivel de estrés nos ayudará a prevenir los posibles problemas que pudieran surgir, derivados de las malas condiciones de visibilidad. Ese estado de alerta hará que mantengamos la distancia adecuada con nuestro compañero y el grupo, nos mantendrá más atentos (de forma innata) al compañero y a las instrucciones del guía, entre otros aspectos.

Si estamos buceando en una caverna o pecio por primera vez, también ese pequeño nivel de alerta nos preparará para estar más ágiles con el manejo del foco de buceo, en prevención constante para mantener la flotabilidad adecuada, para no quedarnos «enganchados» con ningún saliente o elemento del entorno, por ejemplo.

Ante una inmersión profunda estaremos más alerta del profundímetro y del consumo de aire. Del mismo modo estaremos mucho más alerta de la velocidad de ascenso y en nuestra mente siempre estará presente la parada de seguridad.

Si es la primera vez que estamos entre mucha vida marina, algún ser nuevo para nosotros o algún pez que no conocemos, que tiene mayor tamaño o aspecto menos amigable y no lo conocemos, también estos niveles bajos de estrés nos pondrán en alerta y nos recordarán que no hemos de acercarnos demasiado ni debemos molestar a las especies que habitan el medio subacuático.

Ciertos niveles de estrés serán positivos en el sentido que nos pueden hacer pensar con mayor claridad, mantener un nivel de atención mayor y ser más eficientes en la actuación frente a alguna eventualidad.

RECUERDA: es lo mismo que ocurre en nuestro trabajo u otras actividades cotidianas. Conducir en una carretera difícil donde nunca lo hemos hecho o ese pequeño estrés antes de los exámenes. Son ejemplos clarificadores donde el estrés controlado es positivo de cara a nuestro mejor rendimiento.

El estrés negativo o dañino en el buceo

Al igual que ocurre en todos los aspectos de la vida, cuando el estrés se termina llevando a niveles más elevados llegará a ser perjudicial para la actividad que estemos realizando o para su realización eficiente y plena.

Cuando el estrés deja de ser controlado, nos abruma y ocurre justamente lo contrario: no nos permite pensar con claridad, se cierra nuestra visión, nos puede llegar a bloquear mentalmente y dejamos de ser eficientes en aquello que estamos realizando. Bajo el agua ocurrirá lo mismo, ese estrés nos comenzará a poner nerviosos, temerosos y nos hará dudar de nosotros mismos. La eventualidad nos puede llegar a superar y la situación puede terminar con un buceador en pánico. Una emergencia de buceo.

Cualquiera de los ejemplos que vimos en el caso anterior nos sirven para entender que, cualquiera de esas situaciones podrían llegar a superar a un buceador que, por ejemplo tiene un carácter muy sensible o simplemente es un buceador novel. La falta de experiencia o la escasa fijación de conocimientos hacen que podamos ser algo «inseguros» en nuestras primeras inmersiones y es por ello que hasta que no tenemos soltura debemos ir a una distancia corta de nuestro compañero de inmersión, cerca del guía o directamente acompañados por nuestro instructor de confianza.

En una primera inmersión el simple hecho de tener que quitarnos la máscara para la realización de un ejercicio del primer curso, a muchas personas les genera un estrés descontrolado que genera comportamientos que pudieran parecer irracionales. No es así, como buceadores sabemos lo que debemos hacer. Pero ese estrés que deja de ser controlado, puede abrumar al buceador y en su cabeza lo único que hay en ese momento es subir a la superficie a respirar «normal».

El estrés negativo es un estrés positivo que pasa a un siguiente nivel porque deja de ser controlado por el sujeto. Produce todo lo contrario: falta de lucidez, bloqueo, miedo, ansiedad y dejamos de ser eficientes.

En el buceo, ello puede acabar llegando a la situación de un buceador que entra en pánico.

Conociendo ya el estrés en el buceo, los tipos y las consecuencias que pueden tener ya podemos ser eficaces en una de las tareas principales, como buceadores de rescate. Identificar la existencia de estrés en un buceador, el tipo de estrés que puede estar dominando, nos permite prevenir situaciones, evitar que surjan problemas y colaborar con otros buceadores, ayudarles a ganar confianza y prevenir que estas situaciones problemáticas se produzcan.

La identificación de posibles problemas en el buceo y el conocimiento del funcionamiento del estrés son algo principal en todo buen buceador con experiencia. Tenemos ya la base para entender el siguiente punto: la mecánica que lleva a un problema de buceo y a su solución.

Mecanismo del estrés en el buceo

La mecánica que lleva del estrés al problema de buceo

Entenderemos fácilmente la idea de este proceso con un breve y sencillo esquema que nos dejará bien claro cómo pueden ir sucediendo, en diferentes etapas, los episodios que pueden llegar a terminar con un problema de buceo en situación de rescate, en situación resuelta o en situación no producida.

Vemos cómo ante un posible problema, problema eventual o potencial, el buceador puede responder con ese tipo de estrés que simplemente mejora su rendimiento, su estado de alerta y su capacidad para responder a las eventualidades de forma certera y positiva. En este caso, el problema simplemente no se llega a producir.

En cambio, si reaccionamos con un estrés negativo, el problema potencial se puede convertir en un problema real. Ante ello sabemos que si el estrés es mental y no lo controlamos acabará llevándonos a un estrés físico y viceversa; si el estrés es de tipo físico y no llegamos a domarlo, acabaremos sufriendo también el estrés mental (ambos se retroalimentan).

Podemos controlar toda situación de estrés bajo el agua y de hecho en este curso somos entrenados para ello. Normalizar la situación, ampliar el pensamiento, focalizarnos en que el problema solo es una eventualidad con solución. Recordar que, en buceo, todo se puede solventar bajo el agua. Normalizar la respiración, lenta y profunda y al poco tiempo desaparece también el estrés físico, si lo hubiere. Hemos solucionado el problema.

Si no somos capaces de domar ese sentimiento, no podemos controlar ese pequeño estrés negativo muy seguramente pasará a convertirse en ansiedad. No podemos pensar con claridad, nos abruma el problema y ello tiene consecuencias de agotamiento físico, tendremos la sensación de que nos falta el aire y esa situación agobiante, con una alta probabilidad, nos llevará a ser buceadores en pánico. Veremos, más adelante, que la mayoría de las situaciones de rescate y buena parte de las emergencias de buceo se preceden de una situación de buceador en pánico.

Es por ello que en este curso de rescate, el hecho de familiarizarnos con el estrés, su tipología, saber identificarlo y solucionarlo es clave. Por ello la importancia de este segundo tema en el que hemos aprendido acerca del estrés en el buceo y por ello es clave también que mantengas en tu mente este esquema que nos resume de forma detallada el proceso que suele preceder a toda emergencia de buceo: el ataque de pánico en un buceador.

Un ejemplo de estrés controlado es cuando tuve problemas con mi máscara, buceando a 38 metros de profundidad.

No es muy común pero en ocasiones podría ocurrir que, sin haber estrés de ningún tipo, fuéramos felizmente buceando y algún agente del entorno nos pudiera generar algún tipo de percance. Es lo que analizaremos en el siguiente tema, las accidentes de buceo por vida acuática. ¡Vamos a ello!