Era una buena mañana de buceo, hará cosa de nueve años. Habíamos realizado ya una inmersión por la mañana y tras un breve descanso, unos buenos tragos de agua y un puñado de frutos secos nos comenzamos a preparar para la segunda inmersión. Estábamos en el mar Mediterráneo, por la costa de Castellón.
La primera inmersión fué una gozada porque pudimos disfrutar de un banco enorme de barracudas y desde el barco pudimos disfrutar del baile de una familia de delfines, nuestro segundo buceo también empezó bien pero… terminó con un pequeño susto, aunque todo acabó en unas risas, que todavía hoy recuerdo bien.
Basamos la segunda inmersión en buscar de nuevo otro banco de barracudas, estando con el corazón y la mente puestos en que esa familia de delfines quisiese acercarse a visitarnos. Con la cámara de fotos preparada y a la espera de que eso ocurriera. Así pasarían como veinte minutos de inmersión. A sabiendas de que la suerte y los astros se debían alinear para poder bucear con, o al menos, tomar una buena fotografía de los delfines y de que ese no iba a ser el día, nos dedicamos a bichear y rebuscar entre las rocas de una pequeña pared.
No vimos a las barracudas, tampoco se acercaron los delfines aunque sí los escuchábamos y a pesar de que la esperanza es lo último que se pierde, comenzamos a tomar fotos de unas gambitas, alguna morena y… ¡del pulpo cabreado!
Mi compañero José me avisó para que tomase alguna foto de un pulpo que había descubierto a pesar de su perfecto camuflaje, entre dos rocas. Me avisa, me giro y veo que hace la señal de que tiene cerca a ese pulpo y de que podría tomar una instantánea del compañero de ocho brazos. Estaba haciendo una foto a la típica araña de mar y cuando me giro de nuevo para ir a fotografiar al pulpo, me encuentro a mi compañero luchando, braceando asustado y soltando muchas burbujas. Ok, algo raro pasa. Aleteo echando fuego para acercarme a él y cuando lo tengo de frente veo los típicos ojos de «loco» e intuyo una respiración nada sosegada que precede al pánico bajo el agua.
No sabía que podía haber pasado. Mi compañero se calma, se empieza a reír y me dice que tranquilo, que sigamos con el buceo. Ok, sabía que algo había pasado pero que José estaba bien y también supe que al salir nos íbamos a reír. En fin…
Yo no vi nada excepto a mi compañero a punto de entrar en pánico. Llegué a pensar que simplemente le habría entrado en flujo continuo el regulador. Pero no. Nada más lejos de la realidad. Resulta que el pulpo se había escondido más y como me había llamado para tomar una foto decidió introducir su linterna en el agujerito para «mover» al pulpo a ver si «posaba bien para la foto». El pulpo se enfadó y con razón. No es algo usual, pero este pulpo no debía tener buen día y resulta que se abalanzó y se quedó un rato (dice José, aunque fueron pocos segundos) en su cara. El pulpo cabreado abrazó la capucha, la máscara y el regulador de José y este se asustó, con demasiados motivos y comenta que lo primero que se le pasó por la cabeza es buscar su cuchillo. Por contra, al llevarse la mano a la cara… el pulpo salió disparado. ¡Eso si me dio tiempo a verlo!
Respetar la vida acuática. Recuerda esta norma, siempre.
Por suerte la cosa acabó en una anécdota y al final… aún nos reímos de esa historia. Pero nos podemos imaginar qué hubiera ocurrido si la historia hubiese sido otra:
- El pulpo le quita el regulador de la boca.
- El regulador queda en flujo continuo y sellado por el pulpo a la cara de José.
- Cualquier otra cosa, estando lejos de mi compañero, sin poder ver la situación o cualquier otra complicación.
Aquí se pone de manifiesto la importancia de algunas normas de buceo que todos conocemos y las buenas prácticas con las que todo buceador debe actuar en sus inmersiones:
- Jamás hemos de bucear en solitario.
- Aunque no sea su cometido, sí. Los buceadores debemos llevar un cuchillo con nosotros.
- Debemos mantener la distancia adecuada con nuestro binomio de inmersión.
- Hemos de bucear pendientes de nosotros mismos y, por supuesto, de nuestro(s) compañero(os).
- Tenemos que respetar, siempre, el entorno donde buceamos. No hay fotografía que valga si para conseguirla hemos molestado a cualquier especie o hemos modificado cualquier elemento de la naturaleza donde nos sumergimos.
En este caso todo marchó bien porque se incumplió (solo) una de las normas básicas. Si José no hubiera molestado al pulpo, éste no se hubiera cabreado y José se hubiera ahorrado ese momento de agobio y el buceo hubiera sido tan maravilloso como cualquier otro. José seguramente ya no molestará jamás a ningún bicho viviente. Pero podemos intuir que si se hubiera incumplido alguna norma más y al pulpo cabreado le da por quedarse pegado a la cara de José, la historia podría haber acabado, en el mejor de los casos, con un caso de buceador en pánico bajo el agua.
Así que si… es muy importante cumplir todas y cada una de las normas de buceo. Es igual de importante seguir siempre las buenas prácticas que todo buceador conoce desde su primera formación de buceo. Y sí, el curso de buceo de rescate es una formación importante que todo buceador debería conocer. Si buceas con bastante frecuencia es muy aconsejable que te desarrolles como buceador hasta este nivel. Pero es cierto, el nivel de rescate nos sitúa como ese compañero de buceo que todos querríamos tener. Si no deseas llegar a este nivel de buceo, al menos sería muy recomendable que conozcas todo lo que un buceador de este nivel conoce. ¡Puedes echarle un ojo aquí! Tu tercer curso de buceo, el nivel de rescate.